Para que un virus pueda reproducirse, necesita penetrar y adherirse a la superficie de otra célula viva. Para poder lograr esto, el virus usa unos componentes químicos únicos y complejos que se encuentran en la superficie de la célula. Debido a la complejidad de estos químicos, los virus tienen la tendencia de infectar a células específicas en especies específicas. Por ejemplo, ciertos virus solamente atacan a células nerviosas humanas mientras que otros solamente atacan a células intestinales de aves.